La vida es bella ante el ojo de la persona que ama a Dios. Quien se conforma con lo que Dios le dio, siente que tiene más que nadie y se libra de la peor enfermedad, la envidia. La vida no se clasifica por riqueza y pobreza, sino de que se clasifica por la fe en Dios. Para el creyente hasta el hecho de poder abrir los ojos y ver es una bendición, sabe que Dios lo ama y reconoce cada bendición grande y pequeña. El que no es creyente sufre por lo que no tiene e ignora la importancia de lo que tiene. No esperes que la vida te dé cosas para ser feliz, al contrario, la felicidad está ahí en tu corazón, puedes ser tan feliz como lo desees. Mientras tu fe crezca lo hará tu felicidad, lo mejor de todo es que la muerte del creyente lejos de ser una tragedia es el día más importante pues encontrara con la Misericordia de Dios.