¡Tú qué tienes sueños y deseos! No los abandones, déjalos florecer y hazlos vivir en tus súplicas, que se alimenten con tu corazón hasta que se hagan realidad. Cada sueño tiene un enemigo que se llama "es imposible", no le abras tus oídos a esas personas que se rindieron y quieren que te rindas también, mencionándote que tus deseos son imposibles. Aquellos que piensan bien de Dios perciben el aroma del triunfo y saben que tendrán éxito en lo que se propongan. Por más lejos que ellos vean sus sueños, para Dios están tan cerca como una palabra. Nuestro éxito no está en la fama, sino que está en el piso, al postrarte ante Dios. Ahí es donde está la felicidad, la alegría y sobre todo el triunfo.