No enumeres tus logros y éxitos de forma ostentosa y orgullosa, no pienses tampoco que lo bueno que hayas hecho en el nombre de Dios es fruto de tu esfuerzo. No, no es por ti, fue Dios que te escogió, te guío y te dio esa bendición, por lo que, si eres bueno con alguien, olvídate de ti mismo y no esperes la recompensa de nadie excepto de quien te permitió realizar esa obra.